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Foto del escritorRafael Valdivia Blánquez

Crítica literaria de Encarnación Medina Arjona, catedrática de Filología Francesa en la Universidad de Jaén



Rafael Valdivia Blánquez, Los libros del maestro, Samarcanda, 2023.


Dos narradores; el niño Pablo, cuyo tiempo narrado empieza en la década de los noventa, y el joven Miguel, cuya narración se inicia en 1932. Dos narradores cuyas vidas se ven reflejadas, como dos personas a ambos lados de un pozo dividido por un muro, pero que se reconocieran en el reflejo del fondo. Unidos por una amistad y por un enigma, como dos cajones comunicando por un misterioso doble fondo que no se desvela hasta el final de la novela.


Junto a los dos personajes principales, y a la vez los dos narradores, los personajes secundarios pueden dividirse en dos grupos —grupo de Navarra y grupo de Marmolejo— que el autor, Rafael Valvidia Blánquez, va trabando una unidad perfecta a través de los capítulos y que, incluso, representa en la conjunción espacio-tiempo mediante el personaje de Anselmo Abad, el Navarro. Yo añadiría lo que llamo unos personajes flotantes, resultado de la intertextualidad; Hemingway, Thomas Edison, Benjamin Franklin, Alexandre Dumas, Arturo Pérez Reverte… Son personajes históricos que se entremezclan con personajes ficticios pertenecientes a nuestro imaginario literario colectivo, que con su presencia otorgan profundidad a la novela dotándola de sustratos históricos e intelectuales. Con cada nombre histórico y con cada nombre de ficción que se incorpora al texto viene al lector la época, las circunstancias, la historia de cada uno de ellos. Le dan espesor.


El tiempo del enunciado narrativo de la novela abarca desde 1931 (aunque empieza en 2005 para uno y 1932 para otro). Hasta hoy, en este momento en que se redacta esta reseña, que en sí misma puede constituir otro capítulo de Los libros del maestro porque va de eso, va de la atemporalidad de los libros, de la infinitud de sus lecciones, de la concatenación de la escritura hasta donde se quiera dentro de esta apasionante novela.


Los espacios generales por donde discurren las vidas de los dos personajes-narradores son Pamplona y Marmolejo. Se pueden sentir tan palpablemente los espacios… que la Escuela Normal de Pamplona me llevó inexorablemente a revivir el examen de ingreso en la de Magisterio de Jaén a esta humilde lectora.


Marmolejo es sin duda el espacio principal; descrito con mimo desde los barrios en su vida cotidiana de finales del siglo XX hasta los espacios interiores de las casas. Sin embargo, no se trata sólo de una descripción acertada del municipio; aprecio especialmente la puesta en valor de Marmolejo a través de la literatura. Lo agradezco ilusionada porque estoy convencida de que, en nuestro país, la literatura no ha sido rentabilizada suficientemente como palanca de valorización de nuestro patrimonio cultural. Rafael Valdivia no ha desaprovechado la ocasión para recordar que Armando Palacio Valdés (La Hermana de San Sulpicio), Ramón y Cajal o de Ortega y Gasset pasaron por el balneario de Marmolejo.


Dos narradores, dos personajes principales, dos espacios, dos tiempos; una novela dual imbricada en un arabesco que se va construyendo con trazos de libros y de cualquier forma de escritura. Los libros de ciencia —Los Héroes del progreso, de Alberto Llano es el primer libro citado y, sin duda, un guiño a la historia que queda por contar en la novela— y los de ficción, con toda la carga que llevan de invitación al viaje por el pensamiento universal, entran sutilmente, sin estridencias, en la novela.


La escritura en general se abre hueco; la prensa (Diario de Navarra), el texto de la Constitución de 1931 —aportando el tono histórico de toda una parte de la narración—, los mensajes escritos a manos, las cartas, los expedientes judiciales… Como una mise en abyme, el texto habla del texto.


Personalmente, al autor, le agradezco el hermoso capítulo IV dedicado a las Misiones Pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza. Aunque cerrada en 1936, la ILE con el Museo Pedagógico, el BILE, las Misiones Pedagógicas, las Colonias… marcaron el camino en la formación de maestros, el hacer y el saber hacer de los maestros, los libros de los maestros.


Los libros del maestro es una novela de formación, de iniciación y de aprendizaje para la vida; el amor de Conchita, los años de estudio, los días de felicidad y de desgracia. Pero el lector encontrará también una fábula hermosa, un cuento siguiendo el más puro canon de Vladimir Propp: un héroe que se va gestando pasando las pruebas que le llevan hasta la resolución del enigma, y unos ayudantes. A veces, los personajes de Pamplona van dando indicios al joven Pablo, pero quien colabora para la resolución del misterio es el grupo de Marmolejo. No podía ser de otra forma.


Cuando el lector acabe el libro pensará conmigo que Rafael Valdivia ha elaborado un documento más para la historia de la lectura, pero invito a leer esta novela porque desde el principio se encontrará con una hermosa arenga en favor del Libro.

 

Encarnación Medina Arjona


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